La voz del Consiliario: Ecos del Día del Señor (LA NATIVIDAD DEL SEÑOR)


¡Por el camino del Adviento hemos llegado a la Navidad!

Nos disponemos, pues, a celebrar el Nacimiento de Jesús y sus primeras manifestaciones hasta llegar a su Bautismo, cuando va a iniciar su Vida Pública. ¡Es el Tiempo de Navidad! Recordamos y celebramos, por tanto, casi toda la vida del Señor.

Y no celebramos estos acontecimientos como si se tratara sólo del recuerdo de algo que sucedió hace mucho tiempo; porque el Misterio de la Liturgia de la Iglesia –del Año Litúrgico- hace que estos acontecimientos se hagan, de algún modo, presentes, de manera que podamos ponernos en contacto con ellos y llenarnos de la gracia de la salvación (Const. Liturgia, 102). Es lo que se llama el “hoy” de la Liturgia.

Y esto es muy importante ¡Cambia por completo el sentido de la celebración!

El Papa S. León Magno (S. V), en una homilía de Navidad, decía: “Hoy, queridos hermanos, ha nacido nuestro Salvador. Alegrémonos…” (Hom. Nav. I).

Y en la Misa de Medianoche, por poner otro ejemplo, repetimos, en el salmo responsorial: “Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”.

Y lo tomamos tan en serio, que nos felicitarnos unos a otros por la “suerte” que hemos tenido al haber encontrado a Jesucristo en nuestro camino, al haber sido acogidos por la Iglesia, que es Madre y Maestra, y al poder celebrar la llegada de la salvación…

¡Cuántas gracias debemos dar a Dios Padre, que nos concede, un año más, celebrar estas fiestas tan grandes y tan hermosas!

Éstas son fiestas de mucha alegría, como comentaba el Domingo 3º de Adviento. Alegría que, decía, radica en el corazón, y que es desbordante en manifestaciones externas, ya tradicionales. Alegría que debe ser mucho mayor que si nos hubiera tocado la lotería...

Es tan importante y real todo esto, que la Navidad nos exige un cambio de vida, y debe marcar un antes y un después en la vida de cada cristiano. Es lo que nos dice San Pablo en la segunda lectura de la Misa de Medianoche: “Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos y a llevar ya, desde ahora, una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: La aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo”.

Y nadie puede decir, por ningún motivo: “Se me estropeó la Navidad.” O también: “¿En estas circunstancias, cómo puedo celebrar la Navidad?” “¿Cómo vamos a felicitar la Navidad a un enfermo?, me decía alguien, en una ocasión.

La Navidad nos encuentra cada año en una situación distinta. Y desde ahí, desde ese “lugar concreto”, tenemos que salir al encuentro del Señor que llega, que quiere llegar a cada uno de nosotros, sin ninguna excepción. Y esto se realiza, especialmente, en la Eucaristía de la Navidad, en la que el Señor viene a cada uno, en la Comunión. Es lo más parecido al Portal de Belén y al mismo Cielo.

Ya San León Magno, en la homilía que antes comentaba, decía: “Nadie tiene que sentirse alejado de la participación de semejante gozo, a todos es común la razón para el júbilo”.

En resumen, como los pastores, “vayamos a Belén a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor…”, para que podamos volver al encuentro con los hermanos, también como los pastores, “dando gloria y alabanza a Dios” por todo lo que hemos visto y oído”. (Cfr. Lc 2, 15-20). ¡Feliz Día del Señor! ¡Feliz Navidad!

La voz del Consiliario: Ecos del Día del Señor (IV Domingo de Adviento)


Durante el Tiempo de Adviento, que va a terminar, diversos personajes han surgido en medio de nuestras celebraciones, para guiar nuestra preparación para la Navidad. En primer lugar, los profetas, especialmente, Isaías, que nos han anunciado los tiempos del Mesías, S. Juan Bautista, que nos ha señalado la conversión y las buenas obras como camino de preparación para la Navidad y la Virgen María, que es como “el Icono del Adviento”. En Ella, descubrimos la forma concreta de prepararnos, de modo que el Señor Jesús pueda venir a cada uno de nosotros, a nuestro corazón y a nuestra vida. Lo contemplábamos en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción.

En el cuarto Domingo, vuelve a surgir, en medio de nuestra celebración, la figura entrañable, luminosa y ejemplar, de la Virgen Madre.

Con qué delicadeza y claridad nos presenta el evangelista S. Mateo la fe de la Iglesia en el misterio inefable de la Maternidad de María.

Nos dice el evangelista que la Virgen María va a tener un Hijo, pero que aún no convivía con José, su esposo. Será, por tanto, sin concurso de varón, por obra del Espíritu Santo. San José decide “repudiarla en secreto”, en lugar de denunciarla como adúltera, y que la apedrearan. En sueños, un ángel le descubre “el misterio”, y él la lleva a su casa.

Pero la realidad de la virginidad de María no significa desprecio o menosprecio de la sexualidad y de la maternidad humana. Dios no actúa así. Lo que nos enseña es que aquel Niño que viene, no es un niño como los demás; es el Hijo de Dios que viene a salvarnos. Nos enseña, además, que la salvación que Él nos trae, viene toda de Dios. El hombre no puede salvarse a sí mismo. La salvación no viene de la capacidad y del poder humano sino de Dios. Incluso, el parto en Belén, será distinto, será un parto virginal. El Hijo de Dios ha querido llegar así hasta nosotros. Y Dios no hace milagros sin necesidad.

Lo impresionante es pensar hasta qué punto la Virgen se fía de Dios. ¡Si podían haberla apedreado…! También José confía en Dios en “la noche de la fe”. Él va a hacer “las veces de padre” de un niño que no procede de él. Su esposa ha sido elegida por Dios para el misterio de la Encarnación y, en ese misterio, Dios le ha colocado también a él.

La Virgen, llevando en su seno al Hijo de Dios, es “la señal” de la presencia y de la acción de Dios en el mundo, de la que nos habla la primera lectura de hoy. Ella es la respuesta de Dios al hombre, que esperaba un Salvador; ella, la señal luminosa y

espléndida, del cumplimiento de las promesas del Señor al pueblo de Israel; En ella convergen los anhelos, las ilusiones y las esperanzas de todos los pueblos de la tierra, que, de un modo u otro, andan buscando también “un mesías”, “un salvador”.

¡Dichosos nosotros si acertamos a cogernos de la mano de la Virgen María a la hora de iniciar el camino de la Navidad!

“¡Va a entrar el Señor. Él es el Rey de la Gloria!”, repetimos este domingo en el salmo responsorial. ¡Dichosos los que están preparados para salir a su encuentro, para abrirle las puertas de su corazón y de su vida!

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR! ¡FELIZ NAVIDAD!

Este comentario es "para la gloria de Dios"

Le escribo para agradecerle su labor y también porque, aunque no pertenezco al grupo, estuve en el retiro de Vida Ascendente el miércoles pasado. Y mi comentario, al que se suma mi marido es este:

D. Juan Manuel, con su sencillez profunda y entrañable nos hizo sentir en Casa de nuestro Padre con nuestros hermanos.

Compartió con nosotros su contemplación amorosa y llena de  admiración del misterio. Salimos tan contentos...

También quiero dar las gracias al grupo de Vida Ascendente porque son acogedores. Y falta tanto en la Iglesia el sentido de Familia.


El Arciprestazgo de La Laguna y el Movimiento "Vida Ascendente"

El pasado miércoles 4 de diciembre el Conciliario y dos miembros de la Permanente del Movimiento -Encarna y Rosa- mantuvieron un encuentro con los párrocos del Arciprestazgo de La laguna. La intención era presentar la dinámica del Movimiento y ofrecer la posibilidad de acompañar la puesta en marcha de grupos en las parroquias.
Las personas mayores, como recientemente nos ha recordado el papa Francisco en la Exhortación "Evangelii Gaudium", junto con los jóvenes, son dos momentos de la vida en los que hay mucho que aportar la la vida de la Iglesia. 

Los responsables de Movimiento agradecen al Sr. Arcipreste y al resto de los párrocos la acogida y disponibilidad.

Imágenes del Encuentro Nacional de Animadores del Movimiento de "Vida Ascendente"

De nuestra Diócesis Nivariense asistieron dos animadores: Dña. Rosa de Castro y Dña. Inmaculada Izquierdo. Este tipo de encuentro nacionales son muy importantes para mantener lazos con otras diócesis y enriquecernos mutuamente con las experiencias de otros lugares.

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ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR​: Domingo 1º de Adviento A. Por Juan Manuel Pérez Piñero.

Este domingo nos exige un pequeño esfuerzo para acoger enseguida, lo que se nos ofrece: ¡un nuevo Año Litúrgico, y su primera etapa, el Tiempo de Adviento!

​Un nuevo Año o un Tiempo Litúrgico nuevo, constituye un don muy grande de Dios, y merece ser acogido con alegría y gratitud, y debemos ponernos en marcha desde el primer momento.

​El Vaticano II nos dice cosas muy hermosas del Año Litúrgico (S. C. 102).

​Adviento es una palabra que significa venida, llegada, advenimiento…, y trata de disponer a los fieles para celebrar una Navidad auténtica.

​Cuando llegue la Navidad, muchos cristianos se dirán: “¿Lo que celebra la mayoría la gente es Navidad? Porque en adornos, comidas, felicitaciones, regalos…, parece que se queda todo. ¡Y eso sólo no es Navidad!”

​Sabemos, por experiencia, que las fiestas del pueblo o del barrio, si no se preparan, salen mal… ¿Cómo podemos celebrar una Navidad sin el Adviento?

​Y las celebraciones del Adviento culminan en el sacramento de la Penitencia, quereciben los cristianos principalmente unos días antes de la Navidad; y en el de la Eucaristía que hace de cada uno de nosotros un verdadero portal de Belén. Éste es el fundamento último de la alegría desbordante de la Navidad. Lo demás son manifestaciones externas, algunas magníficas y ya tradicionales entre nosotros. Ellasexpresan y alimentan el gozo profundo del corazón.

​Y comenzamos nuestra preparación para celebrar la primera Venida del Señor en Navidad, recordando que los cristianos vivimos siempre en un adviento continuo, porque estamos esperando siempre la Vuelta Gloriosa del Señor, como hemos venido recordando y celebrando estas últimas semanas y seguiremos haciéndolo hasta el día 17 de Diciembre, en que comienzan las ferias mayores de Adviento, cercana ya la Navidad.

​Los acontecimientos de la tierra tienen todos un día y una hora, pero el Señor ha querido ocultarnos el de su Venida Gloriosa. De este modo, todas las generacionescristianas esperan la Venida del Señor, como el acontecimiento más grande e importante.

​En el Evangelio de S. Mateo, por el que nos vamos a guiar este año, Jesús nos dice este domingo: “Estad en vela porque no sabéis cuándo vendrá vuestro Señor”. Y también: “Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”. Al mismo tiempo, el Señor nos da un pronóstico un tanto pesimista de aquelGran Día: Sucederá como “en tiempos de Noé. Cuando menos lo esperaban, llegó el diluvio y se los llevó a todos”.

​No deben sorprendernos estas palabras del Señor. El puede venir esta noche o dentro de 1000 años. No lo sabemos. Pero si viniera esta noche, ¿cómo nos encontraría? ¿Vigilantes? ¿Preparados?, ¿Esperándole…? ¿O como en los días de Noé?

​Con todo, la Venida del Señor no es una cita con el miedo, el pesimismo, la desesperanza… Todo lo contrario. En el salmo responsorial de este domingo, repetimos: “Vamos alegres a la casa del Señor”. Y esa casa es el Cielo, hacia donde nos dirigimos como peregrinos…

S. Pablo nos dice, en la segunda lectura de este día: “Daos cuenta del momento en que vivís”. 

¡BUEN ADVIENTO A TODOS!

De nuestro Conciliario: ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR (Domingo 34º del T.Ordinario C)

La Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, que celebramos este domingo, último del Tiempo Ordinario, es para todos los que amamos y seguimos a Jesucristo, una fiesta hermosa, alegre, esperanzadora…

Decíamos el otro día que, en estas fechas, los cristianos recordamos y celebramoscada año, el final de la Historia humana, con la Venida gloriosa de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Esta Solemnidad hemos de encuadrarla, por tanto, en ese marco precioso. Sea como sea el final de este mundo, que estudian y debaten los científicos, los cristianos tenemos la seguridad de que la Historia de la Humanidad concluirá con la manifestación plena de Cristo, Rey del cielo y de la tierra, Señor de la Historia humana, del tiempo y de la eternidad; y trae unas consecuencias prácticas para nosotros y para la Creación entera, que se verá transformada, para participar en la herencia gloriosa de los hijos de Dios. (Rom. 8, 19 ss). 

Celebramos a Cristo Rey del Universo. Pero, a veces, ante la realidad que contemplamos, podemos llegar a pensar: ¿Cristo es el Rey del Universo? ¿Pero dónde reina Cristo? ¡Hay tantas personas, tantas Instituciones, tantos lugares y circunstancias,en las que Cristo no reina!

Esta fiesta, por tanto, nos señala la naturaleza y dimensiones de ese reinado y el tiempo de su manifestación plena y gloriosa. Jesucristo ante Pilato, que lo condena a muerte, o crucificado entre dos malhechores, como nos lo presenta el Evangelio de hoy, es la prueba más evidente de que su Reino no es de aquí (Jn 18, 36 ).

Allí, en la Cruz, los soldados se burlan, precisamente, de su condición de Rey, “ofreciéndole vinagre y diciendo: Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Y si Jesús, por un imposible, se hubiera bajado de la Cruz, ¿qué hubiera sucedido? ¿Qué sería de nosotros?

Pilato, con espíritu profético, manda colocar un letrero, en hebreo, latín y griego,que decía: “Este es el rey de los judíos”. Pero es el buen ladrón el que abre su corazón a la fe en un Reino que no es de aquí. Y escucha de Jesucristo, moribundo, unas palabras que nos hacen estremecer: “Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

Me parece que el prefacio de la Misa hace un resumen hermoso de la naturaleza del reinado de Cristo, y lo trascribo aquí, como una síntesis de todo, para nuestra reflexión, para nuestra contemplación: (Hemos da dar gracias al Padre) “porque consagraste Sacerdote eterno y Rey del Universo a tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, ungiéndolo con óleo de alegría, para que ofreciéndose a sí mismo, como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz, consumara el misterio de la redención humana, y, sometiendo a su poder la creación entera, entregara a tu majestad infinita un reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz”.

Si esto es así, ¿no es lógico que deseemos y pidamos con toda nuestra alma, la Vuelta Gloriosa del Señor?


​​ ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!​

Comienza la "Escuela de Animadores" de Vida Ascendente de Tenerife

Un momento previo junto a María
Hoy, 20 de noviembre, en los salones parroquiales de Santa María de Gracia, en La Laguna, dio comienzo la Escuela de Animadores de Vida Ascendente. Este año será el Concilio Vaticano II y sus documentos, el tema de forndo. Adjuntamos un material preparado por el Conciliario D. Juan Manuel Pérez Piñero.

XXI concilio ecuménico. Fue convocado por el Papa Juan XXIII en 1962 y clausurado por el Papa Pablo VI en 1965. Toda una serie de enseñanzas, decisiones, orientaciones sobre la situación de la Iglesia.

*** El gran acontecimiento de nuestra Era Moderna en el ámbito de la Iglesia fue el Concilio Vaticano Segundo, convocado por el Papa Juan XXIII y seguido y clausurado por el Papa Pablo VI.

*** Se pretendió que fuera una especie de "agiornamento", es decir, una puesta al día de la Iglesia, renovando en sí misma los elementos que necesitaban de ello y revisando el fondo y la forma de todas sus actividades.

*** Proporcionó una apertura dialogante con el mundo moderno, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemáticas actuales y antiguas.

*** Ha sido el concilio más representativo de todos. Constó de cuatro etapas, con una media de asistencia de unos dos mil Padres Conciliares procedentes de todas las partes del mundo y de una gran diversidad de lenguas y razas.

*** Se propuso actualizar la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma. Trató de la Iglesia, la Revelación, la Liturgia, la libertad religiosa, etc. Recordó el Concilio la llamada universal a la santidad.

El Concilio se convocó con el fin principal de:
1.- Promover el desarrollo de la fe católica.
2.- Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles.
3.- Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.

Juan Manuel Pérez Piñero: ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 33º del T. Ordinario

Es posible que cuando S. Lucas escribía el Evangelio, ya el templo y la misma Ciudad de Jerusalén estuvieran destruidos, según el aviso del Señor (Lc 19, 41-44). Y es posible también que los cristianos estuvieran ya siendo perseguidos, según Él les había anunciado.

En ese caso, a los cristianos les venía bien recordar las palabras del Señor, que hemos escuchado en el Evangelio de este domingo.

Sea como fuera, en el Evangelio del domingo 33º, penúltimo del T. Ordinario C, se entrecruzan dos temas: la destrucción del templo de Jerusalén y de la Ciudad entera y la Vuelta Gloriosa de Señor.

Estos días, en la Santa Misa, escuchamos algunos textos acerca de este último acontecimiento, que esperamos. Y hemos de distinguir, cuidadosamente, el mensaje específico y concreto de Jesucristo, de la forma literaria apocalíptica en la que se expresa.

A lo largo de estas semanas, como decía el otro día, hasta bien entrado el Adviento, recordamos y celebramos esta verdad fundamental que profesamos en el Credo: “Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin”. Y también: “Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos”, según el texto que usemos.

Desgraciadamente, esta verdad es poco conocida y vivida, a pesar de celebrarla cada año, durante un tiempo largo.

Y mientras aguardamos ese Día Dichoso, ¿qué tenemos que hacer? ¿A qué nos vamos a dedicar?

Algunos cristianos de Tesalónica a los que S. Pablo escribe con cierta aspereza, pensaban que lo mejor era “dedicarse a no hacer nada”, sencillamente, a esperar que el Señor viniera… De esto nos habla la segunda Lectura de hoy. No entendían que Jesucristo quiere encontrarnos, cuando vuelva, realizando la doble tarea que nos ha encomendado: mejorar la tierra mediante el trabajo manual e intelectual y cooperar en la obra de la Redención anunciando la Buena Noticia al mundo entero, según la vocación de cada uno.

Y hemos de esperar a Cristo no aisladamente, cada uno por su lado, sino en comunidad, en Iglesia. Si vivimos según su espíritu, tendremos la seguridad de prepararnos acertada y adecuadamente para ese Gran Día.

Lo recordamos, especialmente, este domingo en el que celebramos el Día de la Iglesia Diocesana.

Esta Jornada no puede reducirse a una aportación económica un poco más generosa que otros días o a rellenar el boletín de una suscripción periódica a favor de la Diócesis, que también es necesario, sino que es un día de gracia, en el que hemos de contemplar, de algún modo, el misterio de la Iglesia, casa y camino de salvación, que se hace más cercana, más asequible, más familiar, en cada Diócesis o Iglesia Particular.

De esta forma, nos sentiremos movidos, de manera casi espontánea, a dar gracias a Dios por el don inefable de pertenecer a ella y también buscaremos caminos para trabajar más y mejor en la misión que la Iglesia tiene encomendada.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR (Domingo 32 del Tiempo Ordinario) Juan Manuel Pérez Piñero.

Ya sabemos que el Evangelio de San Lucas se estructura como un camino hacia Jerusalén. El domingo 13º contemplábamos el comienzo de este camino. Hoy llega a su fin. El texto de este domingo nos  lo presentaya en Jerusalén, donde enseñaba a diario en el templo(Lc 19, 47)

Uno de esos días, unos saduceos, que se distinguían de los fariseos en que negaban la resurrección, se acercan a Jesús  para presentarle una objeción sobre la resurrección.

Se trata de una mujer que, de acuerdo con la Ley de Moisés, estuvo casada con siete hermanos; y le preguntan: “Cuando llegue la resurrección,  ¿de cuál de ellos será la mujer?

Seguro que irían frotándose las manos y diciéndose unos a otros: “A este Maestro de Nazaret, lo vamos a dejar en ridículo, se va a quedar sin palabras, cuando le presentemos nuestro caso. Verá que es absurda esa doctrina que enseña. Si fuera verdad, qué líos se iban a formar, después de la muerte…”

Si nos lo preguntaran a nosotros mismos, creyentes en la resurrección, ¿qué contestaríamos?

Jesús lo resuelve muy fácilmente: En la resurrección no existirá el matrimonio. 

Recuerdo que en una Jornada Mundial de la Juventud, Juan Pablo II decía a los jóvenes reunidos, que hay cuestiones en las que Jesucristo es “el único interlocutor competentePorque Jesucristo es el únicoque conoce y entiende los temas. Nosotros los conocemosporque Él nos lo ha enseñado. En la conversación con Nicodemo, le dice el Jesús: “Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo?” (Jn 3, 11-13).

¡Está claro que la resurrección de los muertos es una de aquellas cuestiones!

Pero hay más. Sigue diciendo el Señor: “Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob. No es Dios de muertos sino de vivos, porque para Él todos están vivos”.

¡Qué importante, decisivo, es, mis queridos amigos, tener una fe cierta, convencida, en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro!

Esa fe es la que sostuvo en el martirio a aquellos muchachos, los macabeos, que nos presenta la primera lectura de este domingo. Y esa fe es la que ha sostenido, a lo largo de los siglos, a muchísimos hombres y mujeresen medio de las mayores dificultades, sin excluir la misma muerte.

Y en el atardecer del Año Litúrgico, se nos presentan estos temas, porque cada año, en estas fechas, recordamos y celebramos el término de la Historia Humana, con la segunda Venida del Señor, que dará paso a la resurrección de los muertos y a la vida del mundo futuro.

Encuentro de Animadores de Vida Ascendente en Tenerife

Este sábado, en horario de 10:00 a 17:00 los animadores del movimiento Vida Ascendente mantienen un encuentro de formación en la Casa de la Iglesia, en La Laguna. 

El Delegado diocesano para la Nueva Evangelización don Eduardo Rodríguez ha sido el encargado de el trabajo formativo de la mañana. 

Ser animador es la mejor forma de ser testigo del evangelio en esta nueva hora de la vida de la Iglesia. Ser animador de un grupo cristiano es ser discípulo y evangelizador...

La Eucaristía, la comida compartida, el encuentro y la programación del curso jalonarán el devenir de la jornada.








Encuentro de animadores del Movimiento "Vida Ascendente" en Tenerife.

El día 9 de noviembre, sábado, el movimiento de Vida Ascendente, tiene un encuentro para animadores, abierto para todos los que quieran, en la Casa de la Iglesia, trasera del Seminario Diocesano, desde las 10'00 de la mañana. 

Comienzará con la acogida, la mañana con varios trabajos, charla por el formador del seminario Don Eduardo Rodríguez, mesa redonda de trabajo y ruegos y preguntas. 

Anímate y apuntate, el Teléfono de contacto en la pagina web de Vida Ascendente de Tenerife. 

Gracias, y te esperamos.

"ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR", por D. Juan Manuel Pérez Piñero (DOMINGO 31º DEL TIEMPO ORDINARIO C)

Zaqueo era una persona destacada en aquella sociedad en que vivía. San Lucas nos lo presenta como “jefe de publicanos y rico”. Y este hombre tiene interés, no sabemos por qué, de ver a Jesús… Y, distinguido como era, se sube a una higuera y se contenta con verlo pasar cerca. Pero en realidad, Zaqueo buscaba a Jesús porque antes Jesús lo buscaba a él. ¡Es el misterio de la gracia divina! ¿Quién vería la cara de aquel hombre cuando Jesús se para, le mira y le dice: “Zaqueo, baja enseguida porque hoy tengo que alojarme en tu casa?”.¡Qué conmoción tuvo que producirse en el interior de aquel hombre! S. Lucas lo resume todo, diciendo sencillamente: “Él bajó enseguida y lo recibió muy contento”.

De esta forma, se siente, quizá por primera vez, amado y distinguido por un judío. Quizá, por primera vez, se siente mirado por un judío sin ser despreciado. Después, S. Lucas nos presenta una doble escena: La primera, fuera de la casa: “Al ver esto, todos murmuraban diciendo: Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. La segunda, dentro de la casa. El Evangelio nos la presenta de forma adversativa: “Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y, si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más. Jesús le contestó: Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”.

¡Asombroso! ¡Impresionante!
Todos nos preguntamos enseguida: ¿Qué le ha sucedido a Zaqueo, para que actúe así? ¿Cómo es capaz de convertirse hasta ese extremo? Está claro: Jesucristo que le buscaba, como decíamos antes, le concedió el don de la conversión.

Mis queridos amigos, la conversión, el cambio de vida, no es fruto exclusivo nuestro, de nuestra voluntad, de nuestra fuerza interior. Es, ante todo y sobre todo, don, gracia que el Señor no niega a nadie que quiera cambiar. Sin ese don, la conversión es imposible o cosa de un momento. Por eso, en la S. Escritura leemos: “Conviértenos, Señor. Y nos convertiremos a ti” (Lam. 5, 7). Zaqueo es, pues, imagen de todo el que busca un cambio en su vida, comenzar de nuevo, partir de cero otra vez.
Los cristianos no tenemos que envidiarle porque Jesucristo, vivo y resucitado, está presente en medio de nosotros y nos busca para reproducir en nosotros lo de Zaqueo. Él ha instituido los sacramentos, como signos y lugares de su presencia y de su eficacia salvadora. En el sacramento de la Penitencia, o mejor, de la Reconciliación, el Señor acoge nuestra conversión y dice también de cada uno de nosotros: “Hoy ha sido la salvación de esta casa”.

De este modo, se vale el Señor de la fragilidad de lo humano, del ministerio ordenado, para seguir realizando sus maravillas como en la casa de Zaqueo.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

Visita del Consiliario el Grupo de Santa Bárbara en Icod.

El nuevo consiliario de Vida Ascendente esta muy ilusionado conociendo el movimiento y a sus miembros. Se ha propuesto vicitar a todos los grupos. Esta tarde, acompañado por la presideta y la vicepresidenta vicitaron en Santa Barbara en Icod de los Vinos al grupo de alli que los esperaban con gran alegria. Pasaron un rato compartiendo las experiencias y resultó un rato muy agradable.

ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR​ ​(Solemnidad de Todos los Santos) Por D. Juan Manuel Pérez Piñero


Es ésta una de las fiestas más hermosas de Calendario Cristiano. A lo largo año vamos celebrando la fiesta de muchos santos. Hoy celebramos la Solemnidad de Todos los Santos. Y se estremece nuestro corazón al considerar que familiares, amigos, conocidos nuestros se encuentran entre esa multitud, que nos presenta la primera lectura de hoy. Hoy es el día del “santo desconocido”.

Por todo ello es éste un día inmensamente alegre y hermoso. Si por un santo, hacemos fiesta, cuánto más al recordar y celebrar a todos los santos.

Contemplamos este día la gloria, la felicidad y grandeza en la termina la vida de los auténticos seguidores de Cristo. Por eso nos anima, nos hace mucho bien celebrar esta gran Solemnidad. Incluso, parece como si se nos hiciera hoy la santidad más cercana, más asequible. No en vano es la que han practicado las personas más cercanas a nosotros y las que más queremos.

¿Y por qué son santos todos estos hermanos nuestros? ¿En qué consiste esa santidad?

El Vaticano II nos lo explica: “El Bautismo y la fe los han hecho verdaderamente hijos de Dios, participan de la naturaleza divina y son, por tanto, realmente santos. Por eso deben, con la gracia de Dios, conservar y llevar a plenitud en su vida la santidad que recibieron” (L. G. 40).

La santidad, por tanto, es ante todo y sobre todo, don, gracia de Dios, una consecuencia del Bautismo del que nos habla la segunda lectura de este día. Nos hacemos hijos de Dios y, por lo mismo, “realmente santos”.

El Concilio nos señala además, que esa santidad que recibimos hay que conservarla y perfeccionarla, llevarla a plenitud.

De esta forma, nos señala nuestra tarea fundamental, nuestro trabajo más importante en la vida, aquello por lo que hemos de tener más interés, y mayor preocupación.

Necesitamos recordar con frecuencia esta meta a la que estamos llamados, para que no caigamos en la tentación de instalarnos en la mediocridad y en la medianía. Me gusta decir que el Señor no quiere que seamos buenos sino santos.

Santa Teresa decía: “Qué importante en la vida espiritual es sentirnos animados por un gran deseo”.

Hoy es un día apropiado para recordar todas estas cosas.

El Evangelio nos presenta, más en concreto, el camino para alcanzar la santidad: la práctica de las bienaventuranzas. Los santos son, por último, intercesores nuestros. Y es bueno que contemos con su ayuda, especialmente, en nuestro camino hacia la plenitud de la santidad. Así rezamos en la oración de la Misa hoy: “Concédenos por esta multitud de intercesores la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón”.

Encuentro de Cuaresma de Vida Ascendente

Hoy emos participado en el Vía Crucis en esta última semana de cuaresma, El movimiento Vida Ascendente unida en contemplación y participació...