ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR ​​​Domingo 1º de Adviento B

Este domingo se hace necesario un esfuerzo de adaptación a la Vida Litúrgica de la Iglesia, porque estos días, en medio del acontecer normal de nuestra existencia, se produce un hecho importante: termina un Año Litúrgico y comienza otro, que llamamos Ciclo II o B. Dejamos al evangelista S. Mateo, que nos ha acompañado en las celebraciones de este año, y acogemos con veneración y afecto, a San Marcos. Un nuevo Año Litúrgico, es decir, un nuevo recorrido por las distintas celebraciones de la Iglesia, constituye un gran don que Dios nos hace. Y hemos de acogerlo con ilusión y gratitud, y con los mejores deseos de aprovecharlo al máximo.

Y comenzamos por el Tiempo de Adviento, por nuestra preparación para la Navidad; porque esta fiesta hay que prepararla intensamente. Una fiesta que no se prepara, o no se celebra o sale mal. Y la Navidad es la segunda fiesta en importancia, después de la Pascua. Para ello, se nos van ofreciendo cada día, los medios oportunos, para que lleguemos a las celebraciones que se acercan, bien preparados, bien dispuestos. En la oración colecta del domingo III, decimos al Señor que la Navidad es “fiesta de gozo y salvación”, y que nos conceda celebrarla “con alegría desbordante”.

Comenzamos este Tiempo, recordando que siempre, de algún modo, estamos en Adviento, porque siempre estamos a la espera de la Venida Gloriosa del Señor, como hemos venido recordando y celebrando las tres últimas semanas del Tiempo Ordinario, y continuaremos haciéndolo las dos primeras semanas de Adviento, concretamente, hasta el día 17 de Diciembre, en que comienzan “las ferias mayores”, la preparación inmediata para la Navidad.

En el Evangelio de este domingo, Jesucristo nos advierte que tenemos que vivir siempre a la espera, porque no sabemos cuándo vendrá; y porque, entonces, quiere encontrarnos en la tarea, que nos ha señalado. Jesús se vale de una comparación sencilla: un hombre se va de viaje y deja a cada uno de los criados su tarea, encargándole al portero que permaneciera a en vela. De igual modo, como comentábamos el domingo pasado, el día de la Ascensión Jesucristo se marchó visiblemente al Cielo y volverá (Hch 1, 9-12). Hoy nos advierte que llegaráinesperadamente, y puede encontrarnos dormidos. Y es que los acontecimientos importantes e, incluso, muchos menos importantes de esta vida, tienen fecha: día y hora. Sin embargo, el acontecimiento más trascendental de todos, no la tiene. De este modo, todas las generaciones cristianas pueden tener la experiencia de estar a la espera del Señor. La Venida imprevista del Señor puede ser mañana o puede ser dentro de un millón de años. No lo sabemos. ¡Y hay tanta gente despistada, que no sabe nada de esto, ni le interesa! ¡Hay tanta gente dormida! “¿Simón duermes?” dijo el Señor a Simón Pedro, en el Huerto de los Olivos, cuando los discípulos, en lugar de velar en oración, dormían (Mc 14,37). Lo mismo podría decir hoy, y, de hecho, lo dice de tantos cristianos, que somos, por naturaleza, “discípulos y misioneros” del Reino de Dios, y podemos andar dormidos.

Al comenzar este Tiempo, hacemos nuestra la súplica de aquellos israelitas, que acababan de llegar del destierro (1ª Lect.): “Ojalá rasgases el Cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia”. De todos modos, S. Pablo nos advierte este domingo (2ª Lect.) que no carecemos de ningún don los que aguardamos “la manifestación de nuestro Señor Jesucristo”.

Por todo ello, proclamamos en el salmo responsorial de hoy: “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”. 



¡BUEN ADVIENTO! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

DESCANSE EN PAZ DON AGUSTÍN MORENO (VALLADOLID)

El movimiento de Vida Ascendente de la Diócesis de Tenerife se une en oración por Agustín Moreno Conde, miembro del mismo en Valladolid. Una pérdida que personalmente notaremos, ya que nos comunicábamos con él a través de correo electrónico cada día enviando ordinariamente alguno diario. A todos mi mas sentido pésame, a su familia que, aunque no la conocemos, les enviamos un abrazo en estos momento en Cristo, donde él estará reposando. Con esa esperanza pedimos. D E P.

ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 34º del T. Ordinario A

La Solemnidad de Cristo Rey Universo es una fiesta muy hermosa ¡Cuántas resonancias, cuantos “ecos” despierta en el corazón de todos nosotros y de todos los cristianos!

No es una fiesta muy antigua. Fue instituida el año 1925 por el Papa Pío XI, en un contexto social, político y eclesial, completamente distinto al nuestro. No podemos detenernos ahora en ello. La Reforma conciliar la ha colocado en el domingo 34º, el último, del Año Litúrgico. Hay que situarla, por tanto, en el contexto en el que nos encontramos estas últimas semanas: la Venida Gloriosa del Señor. 

Resumiendo mucho, podríamos decir que el Año Litúrgico termina como terminará la Historia: con la gloria y la grandeza de Cristo Rey del Universo. En efecto, sea cual sea el fin material de la Creación, esta Solemnidad viene a señalarnos con fuerza, que la Historia humana no terminará en una destrucción, en una catástrofe o en un fracaso, sino en la manifestación plena y gloriosa de Cristo Rey del Universo, y, para nosotros, terminará en el gozo de un Encuentro eterno con Dios y con los hermanos. “Y su Reino no tendrá fin”, profesamos en el Credo. Y a Santa Teresa le gustaba repetir: “Por siempre, siempre, siempre”. Por eso, me parece interesante que, al llegar a este domingo, el último, hagamos un resumen de lo que se nos enseña estas tres últimas semanas: el domingo 32º, la parábola de las diez vírgenes, respondía a la pregunta: “¿Cuándo será la Venida del Señor?” Y el mismo Cristo nos respondía: “Velad, porque no sabéis el día ni la hora”. El domingo pasado, a la luz de la parábola de los talentos, nos preguntábamos: “¿y qué tenemos que hacer mientras esperamos? La respuesta era: negociar con los talentos que se nos han confiado. Y este domingo, responde a otras dos preguntas: ¿Y cómo vendrá el Señor? ¿Y para qué vendrá? Veamos: 

Hace ya mucho tiempo, Jesucristo vino pobre y humilde a Belén; entonces vendrá lleno de gloria. El Evangelio de hoy nos dice: “Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre y todos los ángeles con Él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante Él todas las naciones”. Y en el Credo Apostólico decimos: “Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos”. Ya sabemos, pues, cómo vendrá y a qué vendrá. Aquel Día “terrible y glorioso” se nos examinará acerca de nuestra conducta, especialmente con los más necesitados: los hambrientos, los sedientos, los forasteros, los enfermos, los encarcelados… Nunca reflexionaremos bastante sobre la enseñanza y la advertencia que nos hace hoy el Señor: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”. Y a la inversa.

Según eso, a unos dirá: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo…” Y a los otros: “Apartaos de mi, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles…” ¡Comprendemos aquí que Dios no puede ser indiferente ante el bien y el mal! 

Por tanto, juzgar para Jesucristo no es sólo ni, sobre todo, castigar. Todo lo contrario. El Señor viene, especialmente, a traer la recompensa, el salario, el premio, que corresponde a cada uno. Pero si alguien no ha querido seguir el camino señalado por el Evangelio, llegará adonde conduce ese camino, el que ha ido eligiendo libremente, en cada momento de su existencia. Y si eso es así, es lógico que deseen que vuelva el Señor, los que actúan conforme a su voluntad y que la ignoren, la menosprecien o la teman, los que andan por otros caminos. Más todavía, son muchos los cristianos que tienen toda su esperanza en la recompensa divina de aquel Día. Escribía San Pablo: “Os anima esto (su vida de fe y caridad) la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en el Cielo” (Col 1, 3-6).

Como decía San Juan de la Cruz: “en el atardecer de la vida nos examinarán del amor”.

ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 33º del T. Ordinario A


La parábola de los talentos despierta siempre nuestra atención e interés y nos llama al sentido de la responsabilidad ante los dones que hemos recibido de Dios. La parábola está situada en el contexto de la Venida Gloriosa del Señor, que cada año, por estas fechas, recordamos y celebramos. Y este año la escuchamos además, en el marco de la Jornada de la Iglesia Diocesana.

El Evangelio propio del domingo 32º A, es la parábola de las diez vírgenes, y responde a la pregunta: “¿Cuándo vendrá el Señor? La respuesta la da el mismo Jesucristo: “Velad porque no sabéis el día ni la hora.” Es lo mismo que nos advierte S. Pablo en la segunda lectura de hoy.

La parábola de los talentos de este domingo, responde a otra pregunta: “Y mientras llega el Día del Señor, ¿qué tenemos que hacer?” “Negociad mientras vuelvo”, leemos en San Lucas en un texto parecido (Lc 19,13).

El Evangelio nos explica que los empleados que habían recibido cinco y dos talentos, negociaron con ellos y consiguieron otro tanto. Por eso, cuando, después de mucho tiempo, vuelve su señor, recibieron la alabanza y la recompensa que merecían; pero el que había recibido uno y no negoció con él, es el que recibe la reprobación y el castigo.

Es interesante recordar que un talento equivalía a 6000 denarios, y un denario era lo que cobraba un obrero por un día de trabajo, de sol a sol. Los cinco talentos equivalía, por tanto, a unos 80 años de trabajo. Incluso, al que le dieron un talento, recibió lo que correspondía a 6000 días. Una cantidad muy importante.

El día de su Ascensión, Jesús se marchó “visiblemente” al Cielo, y dejó sus bienes, los tesoros de la salvación, a los apóstoles y, por ellos, a toda la Iglesia; y por la Iglesia, a cada uno de nosotros. Dice S. Pablo: “El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros” (Ef 1, 8). Junto a esos bienes nos ha dado numerosos dones en el orden de la naturaleza y de la gracia. De esos dones, unos son para nosotros, y otros son para los demás, para la comunidad, para la Iglesia. Son los llamados “carismas”. Este es un tema muy importante y muy poco conocido por el pueblo cristiano. Sin embargo, el Papa San Juan Pablo II, en la Jornada de la Juventud de Santiago (agosto 1989), decía a los jóvenes que era necesario conocer los dones que el Señor les había concedido para los demás, para la Iglesia. Escribía San Pedro: “Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás, como buenos administradores de la múltiple gracia de Dios"(1Pe 4, 10).

Jesucristo volverá como nos ha dicho; y ese Día grande y glorioso, tendremos que darle cuenta de la “administración” de los bienes que nos ha dejado.

Este domingo se nos recuerda todo eso y se nos urge realizar la tarea que nos ha sido confiada: anunciar el Evangelio al mundo entero, llevar los tesoros de la salvación a todos los seres humanos.

Por tanto, desde la Ascensión hasta la segunda Venida de Cristo, es el tiempo del trabajo, de “negociar con los talentos”; es “el tiempo de la Iglesia”, que ha recibido del Señor aquella misión. Y hemos de hacerlo con el interés, la ilusión y el sentido de la responsabilidad, de “la mujer hacendosa” de la primera lectura. Lo recordamos, especialmente, este domingo, en que celebramos el Día de la Iglesia Diocesana. En esta Jornada, la Iglesia nos parece como más cercana, más concreta, más familiar… Con nombres y números. ¡Como un edificio en construcción! ¡Feliz Día de la Iglesia Diocesana! ¡Feliz Día del Señor!

GRUPO DE VIDA ASCENDENTE DEL ESCOBONAL

Vida Ascendente comienza un nuevo grupo en El Escobonal, ya es su tercer dia que se reunen para comenzar a caminar en este movimiento, animados por su párroco.



Vía Lucís en Arafo

Hoy, 19 de abril, con la misma alegría que se siente en la mañana de Resurrección, un grupo del movimiento Vida Ascendente de El Asiprestajo...