ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Santa María, Madre de Dios


Hoy todo se centra en el Año Nuevo…

Sin embargo, además de eso, son muchas las cosas que llaman nuestra atención. Veamos:

El Nacimiento del Señor es una fiesta muy grande y “no cabe” en un solo día. Por eso, lo hemos venido celebrando toda la semana hasta llegar a este día. Hoy es la Octava de la Navidad. Con la de Pascua, son las únicas octavas de la Liturgia renovada por el Vaticano II.

Y “a los ocho días, tocaba circuncidar al Niño. Y le pusieron por nombre Jesús”, que quiere decir: “Yahvé salva” o “Salvador”. Así lo había anunciado el ángel a María y a José.

Aunque la Santísima Virgen está presente en toda la Navidad, los cristianos, desde los primeros siglos, han dedicado el día octavo a honrar a la Virgen María, con el título de Madre de Dios. Es la fiesta más importante de la Virgen.

No significa, por supuesto, que la Virgen sea una “diosa”, que sea tan grande como Dios, que exista antes que Él… Se trata de que el Niño que se forma en su seno y da a luz, es el Hijo de Dios hecho hombre.

Este es el título más grande e importante que podemos dar a la Virgen. Y, en torno a su Maternidad divina, se sitúan y se entienden todos los privilegios y gracias singulares que Dios le otorga y que están expresados en estas cuatro verdades de fe: la Maternidad Divina, que celebramos hoy, la Concepción Inmaculada, la Virginidad perfecta y perpetua, y la Asunción en cuerpo y alma al Cielo.

En la segunda lectura de hoy, S. Pablo nos ayuda a situar a la Virgen en el proyecto y en la realización de la obra de la salvación de Dios Padre sobre toda la humanidad. Por eso, dice que envió a su Hijo, nacido de una mujer, “para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción”. Ella es, por tanto, “el puente” por donde llegó a nosotros el Salvador. Y su cooperación singular a la obra de la salvación, hace que sea también Madre de la Iglesia, y Madre espiritual de todos y cada uno de los cristianos.

De este modo, Ella ocupa, al mismo tiempo, el lugar más alto y más próximo a nosotros: El más alto, como Madre de Dios; el más próximo como Madre nuestra.

Eso hace que los cristianos nos acojamos siempre a su intercesión y que tratemos de amarla, imitarla, conocerla más y más…

Hoy comienza un Nuevo Año. ¡Cuántos interrogantes! Año de crisis y, por tanto, de especial esfuerzo y trabajo; año también de ilusiones y de esperanzas. Y lo comenzamos poniendo nuestra confianza en la intercesión y la protección de la Madre de Dios. Implorando de ella, sobre todo, el don de la paz.

En efecto, el primero de enero, desde hace mucho tiempo, es para la Iglesia, la Jornada Mundial de la Paz.

Se ha dicho que la paz del corazón es el fundamento de toda paz verdadera, y que es el don más grande que podemos recibir de Dios en esta vida.

Que la Virgen, Madre de Dios, interceda con bondad por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡FELIZ AÑO NUEVO!

ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 4º de Adviento C

¡Estamos a las puertas de la Navidad!

Por el camino del Adviento hemos sido acompañados por algunos personajes de la Historia Santa, que nos han ayudado en nuestra preparación, y que se convierten en “los iconos” de este Tiempo: los profetas, particularmente, Isaías, el profeta de la esperanza, Juan el Bautista, y la Virgen María, especial-mente, en su Concepción Inmaculada.

El cuarto domingo centramos nuestra atención, cada año, en la Maternidad divina de María.

Qué bien celebraríamos la Navidad de la mano de la Virgen, tratando de hacer nuestros sus pensamientos y sentimientos inefables, y su modo peculiar de vivir los distintos acontecimientos que recordamos y celebramos.

El Evangelio de hoy nos presenta la escena magnífica de la Visitación de María a su prima Isabel: “Por aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel”.

¡Qué provechoso sería contemplar a la Virgen de camino, llevando a Cristo en su seno! “¡Ah, qué procesión del Corpus la que se inició aquel día!”

En ella llegan a su cumplimiento las promesas de la Historia de la Salvación. Ella centra y encierra los anhelos, las ilusiones y las esperanzas de todos los hombres, sedientos de salvación… De todos los pueblos, de todos los tiempos. Ella es, en efecto, “la Madre del Enmanuel”. Por medio de ella Dios mismo ha acampado entre nosotros. Ella es “la Madre de Jesús”, que significa “Yahvé salva”, porque el Señor viene como Salvador.

En la Montaña su prima Isabel, llena del Espíritu Santo, proclama la grandeza de la Virgen Madre convertida en “La Mujer”, la nueva Eva, que nos trae al Salvador diciéndole: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”

Y ella es también “la Madre del Mesías”. Por eso añade Isabel: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”

Esta representa a todo aquel que celebra la Navidad con alegría desbordante, porque está experimentando la salvación que ha llegado: “En cuanto tu saludo llegó a mis oídos la criatura saltó de alegría en mi vientre.” Y representa también a todos los que, en estas fechas, se esfuerzan por llevar a los hermanos la Buena Noticia de la Navidad.

Isabel nos presenta a María como el prototipo de aquel que ha recibido el don de la fe y experimenta, en la Navidad, la dicha de creer: “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.

Mis queridos amigos: ¡Llega el Señor! ¡Él es el Rey de la gloria! Dichosos los que están preparados para salir a su encuentro.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR! ¡FELIZ NAVIDAD!

VISITA AL GRUPO DE VIDA ASCENDENTE DEL ESCOBONAL

Como presidenta del movimiento Vida Ascendente, hoy ha sido una tarde gratificante. Visitamos el Grupo del Escobonal, y me dieron una redacción de lo que ha significado la experiencia de estar en este movimiento. Este es su testimonio:

La Asociación de mayores San José de Agache, un Pueblo rural en Tenerife, nos reunimos todas las tardes haciendo diversas actividades; no nos habíamos dado cuenta que nos faltaba una muy importante. U
n día una amiga que pertenece a un Grupo de Vida Ascendente nos propuso una visita que aceptamos encantadas. Ese día conocimos a Angustias, a Rosa y a Soledad.  Sin darnos cuenta unieron unos lazos de amistad, hubo una gran empatia y ya somos como una familia.
Hacemos oración, y reflexionamos sobre lo que es realmente la vida que esta dirigida por Dios, y por nuestros actos.
Todos los martes después de la oración y reflexión del cuadernillo, recordamos la infancia y juventud anécdotas simpáticas de nuestra vida, haciendo la mejor terapia para la salud física y espiritual, que muchas veces terminamos con alegres carcajadas.  El Papa Francisco nos dice que seamos cristianos alegres. Les deseamos a todos FELIZ NAVIDAD.

REUNIÓN DE PREPARACIÓN DE LA FIESTA DENLOS PATRONOS

La comisión hoy cierra con alegría este tiempo en espera del la Navidad, preparando lo que será la fiesta de los Patronos; no podemos dejar nada a la improvización. Tuvimos un almuerzo de celebración, casi navideño.



ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 3º de Adviento C


“¿Entonces, qué hacemos?”

Esta pregunta, que le hace la gente a Juan el Bautista, nos puede servir hoy a nosotros, en este tiempo de preparación para la Navidad.

El domingo pasado contemplábamos a Juan, que nos invitaba a preparar los caminos del Señor porque Jesucristo viene a salvar a su pueblo, a cada uno de nosotros.

Aquello era muy interesante, pero no concretaba mucho, teníamos que hacerlo nosotros.

La celebración de la Concepción Inmaculada de la Virgen nos ayudaba a concretar un poco más. La oración de la Misa decía: “Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María, preparaste a tu Hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo, la preservaste de todo pecado…”

Y proclamábamos: ¡exenta de pecado y llena de gracia! Pues así, decíamos, tenemos que prepararnos nosotros para la Navidad.

Pero el Evangelio de hoy lo precisa todavía más, porque la gente va a Juan y le pregunta: “¿Entonces, qué hacemos?” Y los publicanos y los militares, lo mismo.

A la gente le pide que comparta su ropa y su comida; y a los publicanos y a los militares, el recto ejercicio de su deber.

Me parece que es fácil traducirlo a nuestra propia vida, a nuestra propia situación.

Y el evangelista continúa diciendo: “Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia”.
¡Hoy es la Iglesia la que la anuncia!

De ahí la alegría de este domingo, que, desde antiguo, se llama “Gaudete”. Es el mensaje de la segunda lectura: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres”. “El Señor está cerca”.

En la oración de la Misa de este domingo, le decimos al Señor: “Concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante”.

¡Es el gozo de la salvación que llega!

Y no vale cualquier tipo de alegría; hace falta ¡la alegría desbordante! ¡A veces es la alegría la que se nos hace difícil!

Esta es la misma salvación que anuncia el profeta Sofonías en la primera lectura: “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel, alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén”.

Es muy grande la salvación que nos trae el Señor: Liberación del pecado y del mal y sobreabundancia de bienes, hasta el punto de hacernos hijos de Dios.

¿No son éstos motivos de la máxima alegría?

Por todo ello, proclamamos en el salmo: “Gritad jubilosos: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”.

BUEN ADVIENTO! ¡FELIZ DOMINGO!

ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR La Inmaculada Concepción


En medio del Tiempo de Adviento, cuánto nos ayuda esta solemnidad de la Virgen. Parece como si estuviera pensada, expresamente, para nuestra preparación para la Navidad. Por eso me parece que sería bueno encuadrar nuestra contemplación de este misterio de la Virgen, en el Tiempo de Adviento. En efecto, la solemnidad que celebramos nos ayuda a comprender mejor la necesidad de un Salvador, nos indica cómo prepararnos para su Venida en la Navidad y para su Vuelta Gloriosa, y nos dice, incluso, cómo tiene que ser toda nuestra vida cristiana.

En la 1ª Lectura contemplamos cómo el hombre rompe con Dios, pierde su condición de hijo, y aparece el sufrimiento, el mal y la muerte. ¡Es el pecado original!

De esta forma, se mete en un callejón sin salida: ha podido alejarse de Dios, pero ahora, por sí mismo, no puede volver a Él. Tendrá que venir Dios mismo a salvarle.

¡Se necesita un Salvador! Y no sólo lo necesitaron nuestros primeros padres, sino todo hombre y toda mujer. A todos nos llegan las consecuencias de un pecado que no cometimos. Y la misma sociedad experimenta, de algún modo, “el misterio del mal”, las consecuencias del pecado, y la necesidad de un libertador.

¿Y qué es celebrar la Navidad sino saltar de gozo, al contemplar al Salvador que llega? De este modo, comprendemos mejor la necesidad de prepararnos bien para esta gran festividad que se acerca. ¿Y cómo hacerlo? ¿De qué mejor manera que como Dios mismo preparó a la Virgen María desde el momento mismo de su Concepción? En efecto, cuando el alma de la Virgen se va a unir a su cuerpo en el seno de su madre, Dios interviene y la preserva del pecado original y la llena de gracia. Por eso hablamos de Concepción Inmaculada, es decir, sin mancha. En el Evangelio de hoy escuchamos cómo el ángel la saluda como la llena de gracia. Así, nosotros, en nuestra preparación para la Navidad, tenemos que esforzarnos por liberarnos de todo pecado y crecer en santidad.

Hoy contemplamos, por tanto, a María, toda limpia, toda hermosa. Y la Iglesia en este día proclama: "Todo es hermoso en ti, Virgen María, ni siquiera tienes la mancha del pecado original".

Y cuando los poetas se han acercado a este misterio de María, se han quedado sin palabras: "Bien lo sé yo, musa mía, el gran himno de María no lo rima ni lo canta miel de humana poesía ni voz de humana garganta”. Y también: “Sol del más hermoso día, Vaso de Dios puro y fiel. ¡Por ti pasó Dios, María! Cuán pura el Señor te haría, para hacerte digna de Él”. (Gabriel y Galán).

Por último, descubrimos aquí cómo tiene que ser toda nuestra vida: un esfuerzo constante por vencer el pecado y crecer en santidad, como nos recuerda la segunda lectura de hoy.

De este modo, podremos proclamar siempre con el salmo responsorial: “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas”. ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

ECOS DEL DÍA DE L SEÑOR. Domingo 2º de Adviento C



En nuestro camino hacia la Navidad, se presenta este domingo, en medio de nuestra asamblea, la figura de Juan el Bautista. ¡Con qué relieve, con qué veneración, lo hace el evangelista S. Lucas!

La Iglesia acoge hoy la voz y la misión del Bautista, porque ella, toda entera, tiene que prepararse para la Navidad; y, además, tiene ahora el encargo de preparar al Señor, como hizo Juan, “un pueblo bien dispuesto” para celebrar la Navidad y para su Venida Gloriosa.

El Evangelio de este domingo nos dice: “Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados...” Y, además, que se cumple lo anunciado por el profeta Isaías: “Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos… Y todos verán la salvación de Dios”.

El planteamiento que se nos hace es muy sencillo: Dios quiere que cada cristiano, que todo su pueblo santo, goce de la salvación que nos trae y nos ofrece cada año la Navidad. Y cada uno tiene que preguntarse seriamente: ¿Qué es lo que obstaculiza, qué es lo que impide, que llegue a mí este año la gracia de la Navidad?

Siguiendo el texto, podríamos preguntarnos, en concreto: ¿Cuáles son en mi vida, los valles, las deficiencias, que tengo que rellenar? ¿Cuáles, los montes y colinas que tengo que allanar? ¿Qué es lo torcido que tengo que enderezar y lo escabroso que tengo que igualar?

¿Quién no ve aquí la necesidad de una labor espiritual, de un esfuerzo serio y decidido para conseguirlo? ¿Quién no ve aquí la necesidad del Adviento?

Y todo esto se llama conversión. El Adviento, lo sabemos, es tiempo de conversión. Y ésta consiste en pasar del pecado a la gracia; o de la gracia a más gracia, a mejor gracia. En definitiva, hacia la santidad a la que nos llama el Señor.

Precisamente, en la segunda lectura, S. Pablo quiere que los cristianos lleguemos al “Día de Cristo”, su Segunda Venida, “santos e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de Dios”.

¿Quién no descubre aquí la necesidad del sacramento de la Penitencia? ¿No debería terminar el Adviento con la recepción, humilde y confiada, de este sacramento?

La primera lectura es un bello cántico, una invitación a la alegría, que se hace a la Iglesia, la nueva Jerusalén, al contemplar a sus hijos que vuelven a ella.

Y es que la preparación y la celebración de la Navidad no es, como decíamos, algo sólo de tipo individual, sino también, de tipo comunitario y misionero. Tiene que ser la Navidad de una “Iglesia en salida misionera”, que anuncia a todos la llegada de la salvación, que no puede dejar a nadie indiferente.

Ojalá que lo hagamos así. Entonces, en el Tiempo de Navidad, proclamaremos, gozosos, con el salmo responsorial de este domingo: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”.

¡BUEN ADVIENTO! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

Encuentro de Cuaresma de Vida Ascendente

Hoy emos participado en el Vía Crucis en esta última semana de cuaresma, El movimiento Vida Ascendente unida en contemplación y participació...