ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 18º del T. Ordinario C



¡Trabajar, esforzarse por tener lo necesario es un bien, un deber!

Leemos en el Libro del Génesis: “Vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno” (Gn 1, 31).

Pero, como sucede con todas las cosas, ¡los bienes materiales se pueden usar bien o mal!

Con frecuencia se hace del dinero un dios. La segunda lectura de este domingo nos previene de “la codicia y la avaricia, que es una idolatría”, un dios ante el cual se sacrifica todo tantas veces, incluso, la propia conciencia y los valores más grandes y sagrados de la persona.

Muchas veces se vive encandilado por las cosas materiales, sin capacidad para valorar nada, más allá del dinero y de lo material.

La Palabra de Dios de este domingo ridiculiza esta actitud y nos ofrece la verdadera solución.

La primera lectura nos dice que “hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto y tiene que legarle su porción al que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave desgracia”. Y se pregunta: “¿Qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa el corazón. También esto es vanidad”.

El Evangelio nos previene de toda clase de codicia. Pues, “aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. Y nos presenta la parábola del “rico insensato”, que concluye señalándonos la verdadera solución: “Así es el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios”.

“¡Ser rico ante Dios!”. Esto es lo fundamental, lo que nunca falla ni defrauda. Por eso, el Señor nos invita a atesorar para el Cielo (Mt 6,19-20); y la segunda lectura de hoy nos recomienda buscar “los bienes de arriba…”

Se trata, por tanto, de buscar lo necesario, pero sin hipotecar el corazón, sin dejarnos encandilar ni anular por nada.

Lo malo del rico de la parábola no fue conseguir una buena cosecha, sino su reacción: “Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?”

Constatamos aquí la importancia y trascendencia de aquella recomendación del Señor: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura”(Mt 6,33).

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
El grupo de la Lomada siguieron las reuniones hasta el dia de hoy. Ya pararon, con pena para algunas que les hubiera gustado seguir, por ser el rato que pasan entre amigas.

ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 17º del T. Ordinario C


Se nos recuerda hoy algo muy importante, extraordinario: ¡Podemos hablar con Dios!

Los personajes, la gente importante de la tierra, con frecuencia, son inaccesibles, es imposible hablar con ellos. Y, a veces, ¡bien que lo desearíamos!

¡Y podemos y debemos hablar con Dios porque somos sus hijos! Y Dios no quiere que sus hijos sean mudos o sordos. Quiere que hablemos con Él. Que le escuchemos. ¡Tiene tantas cosas que decirnos!

Y podemos hablar con Él en cualquier momento del día o de la noche, en cualquier circunstancia. Nos escucha siempre, las 24 horas. No tenemos que someternos a un horario, a una larga lista de espera.

¿Y qué le vamos a decir a Dios? ¿Qué le vamos a pedir?

El Evangelio de hoy nos recuerda que Jesús nos ha enseñado a orar. El Padrenuestro es la oración que nos enseñó el Señor, la oración de los cristianos. Porque orar no es sólo encomendar a Dios nuestras cosas, encerrándonos en nuestros intereses. Orar es, en primer lugar, abrirnos a los intereses, a las intenciones de Dios; a las grandes intenciones y necesidades del mundo (Cfr. Mt 6, 9-14).

Y nos dirigimos a Dios llamándole Padre. Llamar a Dios padre es impresionante. ¿Cómo lo harían, por ejemplo, los esclavos cristianos de los primeros siglos?

Y le llamamos Padre nuestro, de todos. Es el Padre universal.

Y le pedimos, en primer lugar, que su Nombre sea santificado, que venga su Reino, que se haga su voluntad en la tierra como se hace en el cielo

¡Estas son las grandes “necesidades” de Dios! Lo que más quiere, lo que más le interesa.

Luego le pedimos el pan nuestro de cada día. El pan significa y resume todas nuestras necesidades. También el Pan de la Eucaristía. Y pedimos el pan nuestro, de todos y de cada uno; Y de cada día, sin agobiarnos por el mañana.

Y le pedimos, además que nos perdone como nosotros perdonamos, porque hemos pecado, porque somos pecadores. Y le pedimos también que nos conceda la gracia de no caer en la tentación, de no ofenderle nunca. Y que nos libre de todo mal y del maligno. De este modo, se nos ayuda a comprender que el mayor mal es el pecado.

El Evangelio, además, nos anima a pedir con insistencia, sin desanimarnos, como el amigo inoportuno de la parábola. Y también con la confianza que tiene un hijo con su padre.

Y termina el texto preguntándose si el Padre del Cielo ¿no dará el Espíritu Santo a los hijos que se lo piden? ¿Pero nosotros le pedimos que nos dé El Espíritu Santo? ¿O hay otras cosas que nos interesan más?

Ojalá que oremos siempre de tal manera, que podamos decir con en el salmo responsorial de hoy: “Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste”.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR Domingo 16º del T. Ordinario C


Los pueblos primitivos tenían una rica tradición de hospitalidad. Cuando no existían los grandes hoteles, pensiones, etc., que tenemos ahora, la acogida se realizaba en la propia casa.

Esto tenía especiales dificultades, incomodidades, gastos. La Palabra de Dios, la enseñanza de los Santos Padres y escritores cristianos exhortaban con frecuencia a la hospitalidad, a la acogida de los que iban de camino (Hb 13, 2). Nosotros hemos recogido todo eso y lo guardamos como una rica herencia.

Hay una obra de misericordia que dice: “dar posada al peregrino”.

En el mundo moderno, con toda la movilidad que lleva consigo, se nos invita también a acoger a los demás, a los que vienen de lejos, especialmente, a los inmigrantes.

La palabra de Dios centra hoy nuestra atención en este tema: también el Señor quiere gozar de nuestra hospitalidad. También Él quiere ser acogido en muestra propia casa, en nuestro corazón, en nuestra vida de cada día. Y Él se siente también personificado en todo hombre o mujer que va de paso. “Fui peregrino y me hospedasteis” (Mt 25,36). ¿Lo hacemos?

En la primera lectura, Abrahán acoge al Señor, personificado en aquellos tres misteriosos caminantes, a los que brinda una especial hospitalidad. Ellos le recompensan con la promesa del próximo nacimiento de un hijo: Isaac, que significa “sonrisa de Dios”.

En el Evangelio contemplamos a Jesús que, en su camino hacia Jerusalén, es acogido en casa de Marta.

En aquel contexto, Lucas se detiene en un dato concreto, que indica el clima y el grado de amistad y confianza que tenía Jesús en aquella casa. Y enseguida nos damos cuenta de que su reproche a Marta es un hecho anecdótico, que Cristo quiere aprovechar para enseñar la importancia y supremacía de la escucha de su Palabra. Me parece, pues, que hemos de retener la enseñanza del Señor, pero sin extralimitarla. Marta también acogía la Palabra de Jesús en múltiples ocasiones. Le tengo una especial simpatía a Santa Marta.

Hemos de admitir que no faltan ocasiones en que, frente a la urgencia de los quehaceres materiales, consideramos lo espiritual como una “pérdida de tiempo”. Por eso el Vaticano II nos recuerda la primacía de la oración y de la contemplación, por mucho que urjan las necesidades materiales (P. C. 7).

Por otro la reprensión de Jesús a Marta, ¿no es un reproche para la gente de nuestro tiempo? ¿No es ésta una especie de radiografía del hombre moderno?

S. Benito hizo la síntesis: “Ora et labora”. La Congregación Marta y María, que atiende nuestra Casa Sacerdotal, se esfuerza por conseguirla.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR! ¡BUEN VERANO!

ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 15º del T. Ordinario C

La pregunta que aquel maestro de la Ley le hace a Jesús, con mala intención, pone delante de nuestros ojos la cuestión fundamental y decisiva de nuestra vida: lo que hay que hacer para heredar la vida eterna.

Jesucristo le responde: “¿qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”

De este modo, se nos recuerda la importancia y trascendencia de la Ley divina, de la Palabra de Dios.
 
El escriba le contesta con la formulación del primer mandamiento y del segundo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”.

Jesucristo le responde: “Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida”.

Todo parece un eco de la primera lectura: “El precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda ni inalcanzable”. No está en el cielo ni más allá del mar. “El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo”.

¡Qué importante, qué trascendental es todo esto!

El escriba, queriendo aparecer como justo, le pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?”

Entonces Jesús le cuenta la parábola impresionante y hermosa al mismo tiempo, del buen samaritano, para explicarle que lo fundamental no es saber quién es el prójimo, sino quién se comportó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos.

En definitiva, ¿de qué me vale saber quién es mi prójimo si, a la hora de la verdad, doy un rodeo y paso de largo, como el sacerdote y el levita de la parábola?

Y Jesucristo es el verdadero buen samaritano, que, compadecido de la humanidad, herida por el pecado, se hizo hombre y murió por nosotros; que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal; que también hoy “se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza”.

Nosotros, los cristianos, lo reconocemos también, misteriosamente presente, en todo hombre herido, al borde del camino de la existencia.

¡Jesucristo! Él es, por tanto, el buen samaritano, Él es el herido, su Iglesia es la posada, Él, por su Espíritu, es el aceite y el vino, Él es el Maestro y el Señor. A Él la gloria ahora y siempre y por todos los siglos. Amén.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

Vía Lucís en Arafo

Hoy, 19 de abril, con la misma alegría que se siente en la mañana de Resurrección, un grupo del movimiento Vida Ascendente de El Asiprestajo...