ECOS DEL DIA DEL SEÑOR. Domingo 25º del T. Ordinario C


¡Quién duda de que el dinero y los bienes materiales son buenos y necesarios! Tenemos la obligación de trabajar para conseguir las cosas que necesitamos para nosotros mismos, para nuestra familia y, además, para compartir con los que no tienen o tienen menos; especialmente ahora, en esta época de crisis, a cuántas personas y familias se les hace muy difícil o casi imposible encontrar lo necesario.

Pero con el dinero y los bienes materiales sucede como con todo: que se puede usar bien o mal. El Señor nos advierte en el Evangelio que no podemos servir a Dios y al dinero. El Señor habla en términos de esclavitud, servicio total. Los cristianos a los que se dirigía el Evangelio, entre los que había amos y esclavos, entendían perfectamente que un siervo no podía servir a dos amos.

El apego excesivo a los bienes materiales nos hace esclavos, nos incapacita para muchas cosas y nos destruye. Y podemos llegar incluso a convertirlos en un dios. San Pablo nos invita a huir de “la avaricia, que es una idolatría” (Col 3, 5). Todos hemos conocido personas que no piensan sino en tener, tener, tener más, que viven obsesionadas con el dinero; es “la fiebre del oro”. Y se ha dicho que “poderoso caballero es don dinero”.

Cuando esto sucede, para el Señor, “el amo del Cielo”, no tenemos tiempo. Ni tampoco interesa mucho “porque esas cosas no dan de comer”. Los demás llegan a convertirse en objetos de explotación, como nos enseña Amós en la primera lectura de este domingo: aquellos ricos abusan sin compasión de los pobres y viven obsesionados con tener más.

Por este camino llegamos a ser insensibles ante el sufrimiento de los demás y ante otros valores que no son materiales.

¡Pensemos en la inteligencia y en la astucia del administrador de la parábola!, y no olvidemos las palabras del Señor: “Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”.

Y en realidad, ¡cuánto esfuerzo, cuánto, trabajo, cuánta ilusión, ponemos a veces, en cosas que nos dan una seguridad engañosa, porque son frágiles y pasan! Y ¡qué poco interés y qué poco entusiasmo ponemos, tantas veces, en las cosas de Dios!

Cuánta verdad y sabiduría contienen aquellas palabras del Señor: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás vendrá por añadidura” (Mt 6, 33).

! FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

ECOS DEL DIA DEL SEÑOR. Domingo 23º del Tiempo Ordinario C


Este domingo Jesús nos habla con toda claridad, de su seguimiento. Si queremos ser discípulos suyos, tenemos que posponer todo lo demás: “No anteponer nada a Cristo”, que diría S. Benito. Podríamos decir que es como el primer mandamiento aplicado a Jesucristo.

Nos sorprende la claridad y la franqueza con la que habla. Normalmente, no sucede así. Los que quieren captar a la gente para su partido, para su líder, en una campaña electoral, por ejemplo, suelen resaltar las ventajas de sus programas y ocultar o disimular las cosas menos atrayentes o negativas. ¡Jesucristo no actúa así! ¡Lo hace casi al revés! Es lo que contemplamos en el Evangelio de este domingo: “Si alguno quiere venirse conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”.

Por eso nos invita a pensarlo bien antes de decidirnos a seguirle, como lo hace el que proyecta la construcción de una torre o se ve atacado por un enemigo.

Por tanto, el seguimiento de Jesucristo se sitúa después de un proceso de reflexión, estudio, oración…, para ver si somos capaces de afrontar todas las condiciones y exigencias que lleva consigo. De otro modo, podríamos hacer el ridículo, presentándonos como seguidores de Jesucristo, cuando, en realidad, no lo somos. Es lo que sucede con frecuencia. No resulta aceptable el seguimiento de Jesús que dicen tener muchos cristianos.

Si nos situamos en el contexto del camino hacia Jerusalén –con su Pasión y su Gloria- lo entendemos todo mejor.

Pero no trata el Señor de amargarnos la vida con una serie de exigencias, de dificultades, de negaciones…, sino presentarnos el camino de la verdadera liberación, de la verdadera grandeza, de la verdadera dicha, en el tiempo y en la eternidad. ¡Y Él ha ido delante para que nosotros sigamos sus pasos! (1 Pe 2, 21).

La vida del mismo Jesucristo y de los santos –con su Pasión y su Gloria- avalan la importancia y trascendencia de este camino; su validez permanente y definitiva.

Si recordamos las parábolas del Reino, nos resulta todo más inteligible. Nos dice el Señor que su Reino se parece a “un tesoro escondido” en el campo, que el que lo descubre, es capaz de vender todo lo que tiene para comprar el campo aquel. O a un comerciante en perlas finas que, al descubrir “una perla de gran valor”, va y vende lo que tiene para conseguirla (Mt, 13, 44 -46). ¡Se nos presenta, por tanto, muy inteligente el discípulo de Cristo!

El problema está en que “nacemos cristianos” y, tal vez, a lo largo de nuestra vida, no hemos tenido un verdadero encuentro personal con Jesucristo, un redescubrimiento de su persona y de su mensaje, que nos lleve a una opción real y radical por Él. Además, ¿no es verdad que estamos acostumbrados a dejar tantas veces a Cristo y a su Reino para el final o para el último lugar?

El descubrimiento de Jesucristo, por tanto, es fundamental para seguirle de verdad, como nos pide el Evangelio de hoy. Entonces le diremos como el aquel escriba entusiasmado del Evangelio: “Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas (Mt 8, 18).

Ya escribía el Papa Juan Pablo II a los jóvenes de Santiago: “El descubrimiento de Jesucristo es la aventura más importante de vuestra vida”.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

Encuentro de Cuaresma de Vida Ascendente

Hoy emos participado en el Vía Crucis en esta última semana de cuaresma, El movimiento Vida Ascendente unida en contemplación y participació...