ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo de Pentecostés A.


Por fin hemos llegado a Pentecostés. De este modo, llega a su plenitud, a su punto culminante, el clima festivo y alegre que compartimos los cincuenta días de Pascua. Y se llama pentecostés porque son cincuenta días.

Dice el Catecismo: “¿Qué celebramos el Domingo de Pentecostés? “El Domingo de Pentecostés celebramos que Jesús ha enviado el Espíritu Santo sobre los apóstoles, y que continúa enviándolo sobre nosotros”.

¡Se trata de dos realidades distintas: La Venida del Espíritu Santo a los discípulos, el día de Pentecostés, y la Venida del Espíritu del Señor a cada cristiano!

Del Espíritu Santo ya decíamos algo el domingo 6º de Pascua, pero este domingo todo nos habla del Espíritu. La primera lectura nos narra el acontecimiento de Pentecostés: La casa, los discípulos, el viento recio, las lenguas de fuego, el asombro de todos los que les escuchan hablar en lenguas extranjeras, la gran transformación que se realiza en ellos, la explicación de S. Pedro… ¡Es todo muy hermoso!

Ya Jesús les había advertido: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta el confín de la tierra”. (Hch 1, 8). Y el Libro de los Hechos, el llamado “Evangelio del Espíritu Santo”, es la narración del cumplimiento de estas palabras del Señor.

Pero los apóstoles no sólo recibieron el Espíritu Santo, sino también la misión de darlo a cada cristiano. ¡Y con cuánto interés procuraban hacerlo! (Hch 19, 1-8)

Cada uno necesita “su pentecostés”, que haga posible su existencia cristiana, en su ser y en su hacer. Y nuestro pentecostés es el sacramento de la Confirmación. Los obispos, sucesores de los apóstoles, por la oración, la imposición de las manos y la unción con el santo crisma, nos dan el Espíritu Santo.

Y, además, ¿qué un ser humano sin espíritu? Un cadáver. Y se dice “expiró”, es decir, exhaló el espíritu. Pues eso es un ser humano sin el Bautismo, que lo infunde de un modo inicial y sin la Confirmación que lo da en plenitud.

¡Un cadáver en el ser y en el hacer cristiano! Nos lo recuerda S. Pablo en la segunda lectura de hoy: “Nadie puede decir Jesús es Señor si no es bajo la acción del Espíritu Santo”. Y el Evangelio nos presenta a Jesucristo transmitiendo a los discípulos el Don del Espíritu, al anochecer del mismo día de la Resurrección. ¡Como si tuviera prisa el Señor en dar el Espíritu! ¡Es el fruto más importante de la Pascua, fuente y garantía de todos los demás!

¡Jesucristo Resucitado se convierte así en el “Dador” del Espíritu Santo! En el Evangelio de la Misa de la Vigilia, nos dice S. Juan: “Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado”. (Jn 7,39).

Para eso nos hemos venido preparando estos días: Para acoger una nueva efusión del Espíritu del Señor en nosotros mismos, en la Iglesia y en el Universo entero, especialmente, renovando aquel Don del Espíritu, que recibimos en el Bautismo y, sobre todo, en la Confirmación.

Y todo, como decía antes, para ser, por todas partes, testigos y mensajeros de la Pascua. Por eso, nos viene bien celebrar este día la Jornada de la Acción Católica y del Apostolado Seglar.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vía Lucís en Arafo

Hoy, 19 de abril, con la misma alegría que se siente en la mañana de Resurrección, un grupo del movimiento Vida Ascendente de El Asiprestajo...