CURSO NACIONAL DE ANIMADORES DEL MOVIMIENTO

Un grupo de miembros de Vida Ascendente están hoy finalizando un curso de animadores en Madrid, sobre la Eucaristia impartido por varios ponentes, entre ellos Angel, prinsipal colavorador del cuadernillo de este año dedicado a la misma, así como el Profesor de Liturgia de la Universidad San Damaso D. Manuel Gonzalez.




ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 34º del T. Ordinario A


La Solemnidad de Cristo, Rey del Universo, es una fiesta muy hermosa ¡Cuántas resonancias, cuantos “ecos” despierta en el corazón de todos nosotros y de todos los cristianos!

No es una fiesta muy antigua. Fue instituida el año 1925 por el Papa Pío XI, en un contexto social, político y eclesial, completamente distinto al nuestro. No podemos detenernos ahora en ello. La Reforma Conciliar la ha colocado en el domingo 34º, el último, del Año Litúrgico. Hay que situarla, por tanto, en el contexto en el que nos encontramos estas últimas semanas: la Venida Gloriosa del Señor.

Resumiendo mucho, podríamos decir que el Año Litúrgico termina como terminará la Historia: con la gloria y la grandeza de Cristo, Rey del Universo, y de todos los cristianos. En efecto, sea cual sea el fin material del Universo, esta Solemnidad viene a señalarnos, con fuerza, que la Historia humana no terminará en una gran destrucción, en una catástrofe, en un fracaso…, sino, como decía, en la manifestación plena y gloriosa de Cristo, Rey del Universo, y, para nosotros, en el gozo de un Encuentro, magnífico y eterno, con Dios y con los hermanos. La segunda lectura nos presenta una página preciosa de S. Pablo acerca de la Venida del Señor, de la resurrección de los muertos, y de la vida eterna.

“Y su Reino no tendrá fin”, profesamos en el Credo. Y a Santa Teresa le gustaba repetir: “Por siempre, siempre, siempre”. Por eso, me parece interesante que, al llegar a este domingo, hagamos un resumen de lo que se nos enseña estas tres últimas semanas: El domingo 32º, la parábola de las diez vírgenes, respondía a la pregunta: ¿Cuándo será la Venida del Señor? Y el mismo Cristo nos respondía: “Velad, porque no sabéis el día ni la hora”. El domingo pasado, a la luz de la parábola de los talentos, se nos respondía a esta cuestión: ¿Y qué tenemos que hacer mientras esperamos? La respuesta era: negociar con los talentos, que se nos han confiado. Y este domingo, responde a otras dos preguntas: ¿Y cómo vendrá el Señor? ¿Y para qué vendrá?

El Evangelio de hoy, con el lenguaje característico del texto, nos dice: “Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con Él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante Él todas las naciones”. Y en el Credo profesamos: “Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin”. ¡Ya sabemos, pues, cómo vendrá Jesucristo y a qué vendrá!

Aquel Día se nos examinará acerca de nuestra conducta, especialmente, con los más necesitados: los hambrientos, los sedientos, los forasteros, los enfermos, los encarcelados… Nunca reflexionaremos bastante sobre la enseñanza y la advertencia que nos hace hoy el Señor: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”. Y a la inversa. Según eso, a unos dirá: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo…” Y a los otros: “Apartaos de mi, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles…” ¡Comprendemos aquí que Dios no puede ser indiferente ante el bien y el mal que hayamos hecho!

Por tanto, juzgar para Jesucristo no es sólo ni, sobre todo, castigar. Todo lo contrario. El Señor viene, especialmente, a traer la recompensa, el salario, el premio…, que corresponde a cada uno. Y es lógico que si alguien no ha querido seguir el camino señalado por el Evangelio, termine allí, donde conduce ese camino, el que ha ido eligiendo libremente.

Más todavía, son muchos los cristianos, que tienen toda su esperanza en la recompensa divina de aquel Día. ¡Pensemos en los mártires! Escribía San Pablo: “Os anima esto (su vida de fe y caridad) la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en el Cielo” (Col 1, 3-6).

Como decía San Juan de la Cruz: “En el atardecer de la vida nos examinarán del amor”.



¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 33º del T. Ordinario A

La parábola de los talentos despierta siempre nuestra atención e interés, y nos llama al sentido de la responsabilidad ante los dones que hemos recibido de Dios. La parábola está situada en el contexto de la Venida Gloriosa del Señor, que cada año, por estas fechas, recordamos y celebramos. Y este año la escuchamos además, en el marco de la Jornada de la Iglesia Diocesana.

El Evangelio propio del domingo 32º A, era la parábola de las diez vírgenes, y responde a la pregunta: “¿Cuándo vendrá el Señor? La respuesta la da el mismo Jesucristo: “Velad porque no sabéis el día ni la hora.” Es lo mismo que nos advierte S. Pablo en la segunda lectura de hoy.

La parábola de los talentos de este domingo, responde a otra pregunta: “Y mientras llega el Día del Señor, ¿qué tenemos que hacer?” En un texto paralelo de S. Lucas, se nos advierte: “Negociad mientras vuelvo”. (Lc 19,13).

El Evangelio nos explica que los empleados que habían recibido cinco y dos talentos, negociaron con ellos y consiguieron otro tanto. Por eso, cuando, después de mucho tiempo, vuelve su señor, recibieron la alabanza y la recompensa que merecían; pero el que había recibido uno y no negoció con él, recibe la reprobación y el castigo.

Es interesante recordar que un talento equivalía a 6000 denarios, y un denario era lo que cobraba un obrero por un día de trabajo. Los cinco talentos equivalía, por tanto, a unos 80 años de trabajo. Incluso, al que le dieron un talento, recibió lo que correspondía a 6000 días. Una cantidad muy importante.

El día de su Ascensión, Jesús se marchó “visiblemente” al Cielo, y dejó sus bienes, los tesoros de la salvación, a los apóstoles y, por ellos, a toda la Iglesia; y por la Iglesia, a cada uno denosotros. Dice San Pablo: “El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros” (Ef 1, 8). Junto a esos bienes, nos ha dado numerosos dones en el orden de la naturaleza y de la gracia. De esos dones, unos son para nosotros, y otros son para los demás, para la comunidad, para la Iglesia. Son los llamados “carismas”.

Jesucristo volverá como nos ha dicho; y ese Día, grande y glorioso, tendremos que darle cuenta de la “administración” de los bienes, que nos ha dejado.

Este domingo se nos recuerda todo eso, y se nos urge realizar la tarea que nos ha sido confiada: anunciar el Evangelio al mundo entero, llevar los tesoros de la salvación a todos los hombres, cuidar y mejorar todo lo recibido.

Por tanto, desde la Ascensión hasta la segunda Venida de Cristo, es el tiempo del trabajo, de “negociar con los talentos”. Y ése es “el tiempo de la Iglesia”, que ha recibido del Señor aquella misión. Y hemos de hacerlo con el interés, la ilusión y el sentido de la responsabilidad, de “la mujer hacendosa” de la primera lectura.

Y recordamos estas cosas, especialmente, este domingo, en que, como decía, celebramos el Día de la Iglesia Diocesana.

En esta Jornada, la Iglesia nos parece como más cercana, más concreta, más familiar, más nuestra. Con nombres y números. 

¡Me gusta contemplar a la Iglesia como un edificio en construcción, en el que todos tenemos que cooperar!

Es lo que tenemos que hacer con la Misión Parroquial, que hoy se pone en marcha en nuestra Diócesis, con ese slogan tan interesante: ¡Acompañar y fructificar!



¡FELIZ DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR​. Domingo 32º del T. Ordinario A

Está terminando el Año Litúrgico. Pronto comenzaremos el Tiempo de Adviento, que nos prepara para la Navidad. Es como el declinar de un día, un atardecer… 

Y cada año, por estas fechas, la Iglesia nos invita a recordar y celebrar “la espera dichosa” de la Venida gloriosa del Señor. Y a eso nos invitan las lecturas de estos domingos, en losque se nos recuerda que la Historia humana no terminará en la destrucción y el fracaso, sino en la Vuelta Gloriosa del Señor. En la segunda lectura San Pablo sitúa aquí la resurrección de los muertos, el día de la glorificación y del premio, el comienzo de una vida sin fin.

También nos centramos en esta realidad las primeras semanas de Adviento. Un tiempo, pues, un tanto amplio para recordar y celebrar esta verdad, que profesamos en el Credo: “Y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin”. También cada vez que celebramos la Eucaristía, profesamos esa fe y esa esperanza.

Pero, a pesar de todo eso, hay un gran desconocimiento en el pueblo cristiano de este grandioso acontecimiento, el más importante, que esperamos.

Hemos de esforzarnos siempre por tener una conciencia muy viva de que los cristianos trabajamos, descansamos…, celebramos la Eucaristía, “mientras esperamos la Gloriosa Venida de nuestro Salvador Jesucristo”, como decimos después del Padrenuestro. Y lo primero que le pedimos al Señor, al llegar al altar, en la Consagración, es “Ven, Señor Jesús”.

El Evangelio de este domingo nos invita a reflexionar sobre este Misterio, a la luz de la parábola de “las diez vírgenes”.Jesús se vale de la forma en que se celebraban las bodas en su tierra, para hablarnos de esta realidad. Veamos:

Un tiempo después de los desposorios, llegaba el día de la boda. Entonces iba el novio acompañado de unos amigos a la casa de la novia, que esperaba rodeada de sus amigas, y era conducida solemnemente a la casa del novio, donde se celebraba el banquete, y comenzaba la vida común. Ni que decir tiene que todo estaba perfectamente programado. Pero Jesús se imagina una boda en la que falla todo: el novio tarda en llegar; las amigasde la novia se duermen; algunas de ellas no han llevado suficiente aceite para sus lámparas; el esposo llega a medianoche, y se oye una voz: “que llega el esposo. Salid a recibirlo”. Y sólo las que estaban preparadas, con aceite para sus lámparas,entraron al banquete de bodas; y se cerró la puerta. Las otras, las necias, que fueron a comprar el aceite, no pudieron entrar, por mucho que insistieron.

La finalidad de la parábola nos la dice Jesucristoexpresamente: "Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora". 

Y es que todos los acontecimientos importantes de esta vida, tienen un día y una hora, pero Jesucristo ha querido ocultarnos el día y la hora de este hecho, decisivo y fundamental.Por eso, tenemos que vivir siempre pendientes de su Venida, esperándole, como aquellas jóvenes sensatas.

De esta doctrina surgen muchas consecuencias prácticas.

Los primeros cristianos, que esperaban la Venida de Cristo, de forma inminente, tenían una manera concreta de vivir,a la espera del Señor: “Eran constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones”. (Hch 2, 42).

​ Podemos también recordar ahora, el rito de la luz de la celebración del Bautismo, en el que el sacerdote dice: “A vosotros, padres y padrinos, se os confía acrecentar esta luz. Que vuestros hijos, iluminados por Cristo, caminen siempre como hijos de la luz y, perseverando en la fe, puedan salir con todos los santos encuentro del Señor."

​ ¡Y esto es vivir con la sabiduría de la que nos habla la primera lectura!






¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 31º del T. Ordinario A


El ambiente enrarecido y crispado, que hemos venido observando los últimos domingos, culmina, en el evangelio de hoy, que nos presenta un fragmento de lo se podía llamar “el Discurso contra los fariseos y escribas”.

Cuando el Hijo de Dios se hace hombre, se encuentra con que en la “Cátedra de Moisés se hallan sentados los fariseos y los escribas.”

Lo más grande que tenía el pueblo escogido, la Palabra de Dios, la Ley y los Profetas, se encuentra en manos de los escribas y fariseos que llevan –muchos de ellos- una vida desordenada con relación a Dios y al prójimo.

Jesús, que sabe que le queda poco tiempo, porque muy pronto va a ser llevado a la muerte, no puede consentir aquella situación. Y trata de desenmascararlos ante la gente y sus discípulos. Y al mismo tiempo, presenta la forma de ser y actuar del verdadero discípulo, que ocupa el capítulo 23 de S. Mateo. Sus palabras son duras y fuertes. Pero no queda más remedio. Es necesario que les quede claro a todos, que ese no es el tipo de vida que Jesucristo quiere para sus discípulos. En efecto, después de que Él los deje, ¿qué harán? ¿Imitarán a los fariseos y escribas o seguirán el verdadero camino que Jesús le ha trazado? ¡Era para pensarlo!

Jesús comienza diciéndoles a la gente y a sus discípulos: “Haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen porque ellos no hacen lo que dicen”.

Encuentro de Cuaresma de Vida Ascendente

Hoy emos participado en el Vía Crucis en esta última semana de cuaresma, El movimiento Vida Ascendente unida en contemplación y participació...