ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 8º del T. Ordinario A


Los primeros cristianos, entre los que había esclavos, entendían perfectamente que no se puede estar al servicio de dos amos. De la misma manera, los discípulos de Jesús hemos de comprender que no podemos “servir” a Dios y al dinero, es decir, “ser esclavos” de Dios y del dinero.

Los cristianos tenemos la dicha de que nuestro “amo” es el Padre del Cielo. Él nos ama de un modo completamente distinto. ¡Con un amor infinito! No podemos comprenderlo, ni siquiera imaginarlo. Nosotros nos acercamos a ese misterio inefable de amor, con la imagen del amor del padre y también con el amor de la madre, como nos invita a considerarlo la primera lectura de este domingo: “¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré”.

La clave para resolver los “agobios” de los que nos habla el Evangelio de hoy, está en la consideración del amor que Dios nos tiene. Como nos enseña S. Juan: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”. (1 Jn 4, 16). Si tenemos esta certeza, como un ancla clavada en el alma, no andaremos agobiados por la vida pensando qué vamos a comer, ni por el cuerpo pensando con qué nos vamos a vestir: “Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del Cielo que tenéis necesidad de todo eso”. Además, es inútil preocuparse así. Nos lo dice el Señor: “¿Quién de vosotros, a base de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?”.

Y para adentrarnos más y más en esa confianza esperanzada, el Señor nos pone unos ejemplos muy sencillos y muy hermosos: “Mirad a los pájaros: Ni siembran, ni siegan, ni almacenan… ¿No valéis vosotros más que ellos?”. “Fijaos cómo crecen los lirios del campo: Ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su esplendor, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?”.

Pero el Señor no nos dispensa del trabajo, del ahorro, de una cierta preocupación por el futuro… El Papa Juan XXIII decía que el hombre tiene que convertirse en “providencia de sí mismo”.

¿Entonces qué hacer? ¿Dónde está la solución a una problemática tan urgente y tan grave?

Aquí está: Nos la ofrece el mismo Evangelio de hoy: “Sobre todo, buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura”.

¡Qué solución más preciosa y más bella! ¡Los seguidores de Jesucristo siempre tenemos ventaja! ¡Los que tenemos la dicha de creer y de confiar en el Señor en medio de todas las crisis!

Pero el problema se vuelve muy difícil de resolver -casi imposible- cuando unos acaparan lo que otros necesitan, cuando el hombre se convierte en “lobo del hombre”.

De todos modos, hemos de poner nuestra confianza en el Señor, y trabajar con todas nuestras fuerzas y con la ayuda de Dios, por implantar en la tierra el Reino de los Cielos.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

LA PALMA. VIDA ASCENDENTE RECUERDA A MARI NIEVES

Este año el movimiento de Vida Ascendente en La Palma celebró la fiesta de los Patronos en el Paso, junto al Sagrado. Un grupo acogedor preparó con esmero todo lo concerniente a este dia que ha tenido un recuerdo especial por "Marinieves", la animadora que hace pocos dias dimitió y se fue al Padre dejando su T F N O arrimado; hoy su recuerdo era latente en todos, y damos gracias a Dios por ser parte de nuestras vidas..


ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 6º del T. Ordinario A



Es fácil darse cuenta de la importancia del texto de Evangelio de este domingo. Nos presenta a Jesucristo ante la Ley de Moisés y los profetas: ¿Viene Jesús a romper con la tradición judía? ¿Se limita sólo a ella? Veamos.

En primer lugar, nos dice el Señor: “No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas. No he venido a abolir, sino a dar plenitud”. Y comienza Jesús una serie de antítesis, en las que se manifiesta como Señor de la Ley: “Habéis oído que se dijo a los antiguos… Pero yo os digo”. Y se presenta también como aquél que viene a llevarlo todo a plenitud.

¿Y quién es ése que tiene poder para modificar la Ley del Señor? Es el Hijo del Dios vivo, hecho hombre, que, en aquella Montaña, nos presenta el Mensaje fundamental del Reino que viene a traer a la tierra.

Cuando estudiábamos Sagrada Escritura en el Seminario, el profesor nos explicaba que los cristianos no hemos tomado el Antiguo Testamento de la Sinagoga judía, sino de los labios del Señor Jesús. Es lo que constatamos este domingo.

¡Cuántas cosas aprendemos aquí sobre el homicidio, el adulterio, el divorcio y los juramentos! O, dicho de otro modo, sobre la violencia, la sexualidad y la verdad.

Jesús viene a enseñar un culto y una práctica religiosa, fundamentalmente interior, “en espíritu y en verdad”, frente la religiosidad puramente exterior que practican y enseñan los fariseos y escribas. Por eso, no basta con no matar, nos dice. Hay más. El discípulo de Cristo no puede estar peleado con su hermano, ni puede insultarle. Y, además, en esa situación, no puede presentar al Padre del Cielo un culto agradable. No basta ya con no cometer adulterio, sino que “el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”. No basta con dar el acta de repudio a la mujer y divorciarse, porque “la induce al adulterio”. Ni vale ya contentarse con no jurar en falso y cumplir los votos al Señor. Basta con decir “si o no”. “Lo que pasa de ahí viene del Maligno”. Y, como se trata de dar plenitud a la Ley y de avanzar hacia la perfección, habla Jesucristo del cumplimiento de los “preceptos menos importantes”.

En la Montaña contemplamos, por tanto, este domingo, no sólo la superación de la Ley y los profetas, sino también, la grandeza y la elevación moral de los mandatos del Reino. Es lógico tengamos que estar dispuestos a perder el ojo, la mano, o lo que sea, antes que pecar contra Dios y condenarnos.

Pero los mandatos de la “Nueva Ley” no los conocemos sólo por las enseñanzas de Jesús, sino también, por su ejemplo, por su estilo de vida. Jesucristo se convierte así para nosotros, en una especie de “Icono sagrado”, en el que contemplamos “la Imagen viviente” del Sermón de la Montaña. Y, en adelante, cumplir los mandatos del Padre, es avanzar en el seguimiento de Jesucristo. Él, además, nos brinda la ayuda que necesitamos nosotros, frágiles y pecadores, para conseguirlo. Y si no, ¿para que nos reunimos en torno al altar, cada domingo o cada día?

El salmo responsorial es la consecuencia y el resumen de todo: “Dichoso el que camina en la voluntad del Señor”.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

"VIEJOS Y ANCIANOS". Una reflexión del Rector del Seminario por el Día de nuestros Patronos

Dos términos que aparecen como sinónimos en el diccionario, al menos cuando se buscan los sinónimos de anciano, pero que no son exactamente lo mismo. Viejo y anciano no son exactamente lo mismo. Viejo puede ser mi coche, mi ropa, mi casa. Pero estas realidades, materiales y que se usan, nunca podrán ser ancianas. Anciano se reserva para las personas mayores, y sólo para ellas. Llamar viejo a un anciano puede ser una manera de cosificarles, de descartarles de algún modo de la dinámica social, de sacarles del circuito de influencia de la vida.

Incluso se puede decir viejo de un animal que cumple muchos años, de una mascota, pero a esos compañeros de viaje en la vida animada no se nos ocurre decirles ancianos. Un caballo viejo, un viejo perro, un gallo viejo… Los ancianos son sólo y exclusivamente las personas. Por eso, en la medida en que no sólo jugamos la partida del idioma en con el reglamento propio de nuestro castellano, sino que queremos distinguir con claridad quienes son personas y qué son cosas o animales, me gustaría reivindicar la eliminación decidida de cualquier forma de denominar a las personas mayores como «viejos». No lo son, ni lo pueden ser. Porque, aunque nos parezca que no son tan útiles como quienes ocupamos otros niveles cronológicos, que no es cierto en modo alguno, son personas y no cosas.

Cuando un anciano te mire a los ojos y te diga «Yo ya soy viejo», ten claro que ha comenzado a sentir que es más una cosa que una persona. No es viejo, se siente viejo, como un cacharro inútil y que molesta más que sirve. Mucho peor es hacerles sentir «viejo» porque no circula a la misma velocidad que nosotros o porque olvida algún detalle de vez en cuando. Bendita sabiduría africana que reconocer la pérdida de un anciano con el mismo valor que el incendio de una biblioteca. No es oportuno de modo alguno descartar a los ancianos. Una sociedad que descarta a sus mayores, no lo debemos olvidar, deja de tener futuro.

El sábado pasado celebró el movimiento apostólico Vida Ascendente de Tenerife el día de sus patronos. Lo hizo en el Seminario Menor, con los 18 seminaristas que se forman en él y que pusieron en escena una obra de teatro. Un día especialmente hermoso en el que convivieron Teatro, Eucaristía, Acogida, trestimonios, mesa y mantel... Los Patronos, Simeón y Ana, aquellos ancianos de los que nos cuenta el evangelio que reconocieron al Niño Jesús cuando a los cuarenta días de nacido sus padres lo llevaron al Templo de Jerusalén. Vida Ascendente es un movimiento de personas jubiladas y mayores, de nivel internacional, que vincula actualmente a más de 20.000 españoles en cerca de 2.000 grupos que se reúnen a lo largo de la geografía española. También en nuestra diócesis de Tenerife está presente. Pues bien, el contenido de estas letras escritas me surgió al escuchar al Obispo, en el saludo, decirles que no está bien que fueran viejo, sino que debían ser ancianos.

Pues, eso. Que ni lo sientan ni se lo hagamos sentir. Viejos, no; ancianos.

Encuentro de Cuaresma de Vida Ascendente

Hoy emos participado en el Vía Crucis en esta última semana de cuaresma, El movimiento Vida Ascendente unida en contemplación y participació...